CAXIGUEIRO. Antonio Garrido Moreno
Tras su formación en el mundo de la cerámica durante la década de los ochenta Caxigueiro, en 1989, amplía su horizonte plástico con propuestas en las que incorpora nuevos materiales y técnicas. Al mismo tiempo decide abordar proyectos más complejos en los que la instalación, la intervención de espacios específicos y la obra efímera tendrán una importante significación en su obra.
Una constante presente en su producción es la utilización del lenguaje plástico como un medio de comunicación al servicio de la defensa de las culturas minoritarias, de las agresiones que a diario se realizan contra las libertades, la protección al medio natural y la denuncia de los abusos de poder.
El antibelicismo es el “leit motiv” temático de un discurso que es el reflejo de un final de siglo convulso en el que el mundo se une y atomiza, indistintamente, dando lugar al oportunismo de determinados poderes que con tal de mantenerse originan exterminios humanos y culturales. Caxigueiro como artista de su tiempo no permanece ajeno a esta situación inmersa en la construcción de una sociedad multilingüe, pluricultural y sincrética.
Ya desde principios de la década de los noventa el encuentro fortuito con un material de deshecho –los dientes gastados de una excavadora– origina una forma modular que tendrá un gran futuro en su producción, específicamente en las series “Guerreiros” y “Europa terapia puntual”. En la primera de ellas dicha forma, en una reiterada y uniformada seriación, aludirá a os múltiples ejércitos opresores constituidos por individuos anónimos en diferentes zonas del planeta.
“Guerreiros” supone desde el punto de vista formal la implicación de la cerámica en un lenguaje contemporáneo conceptual producto de la unión de aspectos contrapuestos expresionistas y minimalistas.
Con “Europa terapia puntual” el desarrollo del discurso gana en matices ya que la forma primaria del “guerreiro” encuentra su morada en unas construcciones modulares simples realizadas en chapa de hierro a modo de nichos o expositores que amplifican el contenido conceptual de la opresión y la muerte, un planteamiento que entronca con el sentido expresivo del artista parisino Christian Boltanski. La restricción cromática de los materiales, la seriación y el juego establecido entre la luz, la materia y el vacío, además de conferir misterio a sus instalaciones las dota de una singular belleza agridulce de dualidad antagónica que se materializa entre lo táctil de la forma y la fuerza del mensaje conceptual.
De mayor calado será la serie que iniciará en 1995 bajo el epígrafe de “O bosque das ausencias” en la que Caxigueiro expande su concepción escultórica hacia un fértil diálogo con la arquitectura y el entorno paisajístico. Son esculturas pensadas para que el espacio circundante sea también parte intrínseca del conjunto de la obra a través de los recursos de la repetición, la luz y de sus posibilidades de ser transitada. En este proyecto la escultura, el espacio y el espectador se convierten en una unidad indivisible que hacen más intenso el discurso y más contundente la apariencia física del proyecto.
Centenarias vigas de madera que aluden a la tradición cultural sostienen cabezas cerámicas distorsionadas y deformadas por el terror de una agresión, convirtiéndose en la referencia de los entornos oprimidos.
En otras obras de la misma serie los opresores ofrecen la visión de sus horrendos rostros iluminados por siniestras pantallas de luz que permiten mostrar toda la crueldad que esconden. El fuerte componente escenográfico de esta serie permite al escultor investigar con nuevos recursos como la luz como elemento propio de la instalación, los nuevos materiales y las posibilidades de intervención del espacio circundante.
“Xeografías” nace con una doble vocación formal y conceptual. Desde el punto de vista plástico la fusión de lenguajes se hace más presencial ya que Caxigueiro amplía su propuesta con nuevos materiales, pinturas y con pequeños textos. La pintura se hace presente con leves grafismos que semejan perfiles orográficos o gráficas vitales que miden el pulso de la marcha de la humanidad. Su obra se hace paisajística. Una vinculación tan intensa con la tierra que la mayor parte de sus instalaciones se conciben utilizando el suelo como soporte o con planos a modo de ménsulas sujetas a la pared. Conceptualmente el proyecto se universaliza al no establecer una denuncia de casos concretos, para el artista cualquier punto geográfico es susceptible de ser amenazado por los intereses de cualquier desalmado que surja abanderando cualquier pretexto ideológico, étnico o religioso.
La instalación más representativa de la serie “Xeografías” consiste en un número indeterminado de montículos cerámicos de diferentes alturas, decapitados en sus cimas por un limpio corte horizontal. La meseta superior sirve de superficie para grabar los nombres de distintos lugares geográficos. Cada forma contiene una inscripción y se dispone aislada respecto al resto creando un paisaje dispuesto sobre el suelo.
La evolución de “Xeografías” se materializa en la serie “A linguaxe da memoria”, una agrupación de estructuras móviles y fijas que incurren de una manera presencial en el entorno. Para ello elige una forma que tiene su origen en los libros calcinados que ya habían sido exhibidos unos años antes, aludiendo a las bibliotecas destruidas por la barbarie de la guerra de los Balcanes y que ahora se universalizan al grabar en ellos los nombres de distintas ciudades del planeta.
Dichos libros, todos distintos en formatos, texturas y matices cromáticos, se dispondrán en el suelo cuidadosamente ordenados en disposición reticular, o bien apilados en estructuras de hierro –fijas o móviles– en donde se intenta poner de manifiesto la destrucción cultural y al mismo tiempo el deseo de los pueblos de tratar de recomponerla. Caxigueiro con este discurso interviene el espacio de la iglesia del Monasterio de Santo Domingo de Bonaval, en Santiago de Compostela, con una instalación que conseguía una total empatía entre los muros centenarios del templo gótico, amplificando su intención y deseo de comunicar.
Dentro de su discurso antibelicista, en 2000, también realizará instalaciones cuyas referencias formales se inspiran en los obstáculos que durante la primera y segunda guerra mundial se disponían sobre el territorio próximo a las trincheras. “Tra la luz” utiliza una base realizada en cerámica que sirve para sostener dos tablas cruzadas terminadas en punta que generan un campo que dificulta el paso al espectador.
También novedosa es la serie “Camuflaxe”, planteada con piezas de pared y suelo, y de claro discurso proteccionista de la naturaleza. En estas obras prescinde de la cerámica como material e incluye objetos vegetales transformados convenientemente, aludiendo al Povera. Fragmentos de árboles a los que se les extrae la corteza son pintados con colores de camuflaje militar. La naturaleza se camufla para protegerse de las actitudes depredadoras del hombre hacia el entorno.
En la exposición retrospectiva de escultura que realiza en el Centro Torrente Ballester de Ferrol, en 2002, muestra un grupo de obras en las que plantea una reflexión sobre las falsas apariencias que facilitan el equívoco en nuestras apreciaciones impidiéndonos tomar decisiones acertadas para superar las dificultades. La disposición de útiles destinados a la práctica del deporte del atletismo –vallas para las carreras de obstáculos–, se convierten en trampa dolorosa que impide el desarrollo y la evolución normal del “juego” de la vida.
En este mismo año presenta la instalación “Xornadas gastronómicas”, en la galería Pardo Bazán de A Coruña. Tres grandes mesas similares a las que se utilizan en las “feiras” gallegas se llenan de tapas formadas con platos de cerámica industrial y libros, también cerámicos, mutilados y chamuscados. Una cultura escrita minoritaria que sucumbe ante las comilonas populares que se organizan en todo el territorio gallego de forma generalizada e institucionalizada.
La adaptación a un espacio específico es una de las cualidades de Caxigueiro. En este sentido es interesante la instalación que realiza, en 2004, para el Museo Provincial de Lugo en la que se sirve de las ruinas de un camino romano existente en el suelo de la sala de exposiciones. La proyección en vídeo de dicho camino sobre el que se incluye la palabra “Palestina” al lado de un corazón en proceso de descomposición, hace alusión al largo camino de lucha mantenido en oriente medio. La proyección se enfrenta con el camino real existente en la sala en el que únicamente queda depositada la palabra del país en litigio, potenciando el olvido de tantos años de degradación.
Actualmente desarrolla la serie “O rapto da paisaxe”, un alegato contra la feroz especulación inmobiliaria que se está produciendo en la “Mariña” lucense que, hasta hace poco, mantenía su estructura rural tradicional armónicamente con el paisaje. Un andamio de más de dos metros de altura sirve como contenedor de varias casas de hormigón y cerámica expandida (Arlita), que se disponen caóticamente a su alrededor, invadiendo el espacio de la sala de exposiciones, aludiendo a la ausencia de planes que regulen una construcción anárquica que degrada el medio paisajístico. Igualmente le interesa la denuncia de los desastres ecológicos en el medio marino ocurridos en los últimos años, aspecto que refleja en obras de clara concepción mural en las que una seriación de placas cerámicas con los nombres de diferentes barcos siniestrados hacen referencia a los nombres de las embarcaciones desaparecidas y a los restos de productos derivados del petróleo que se adhieren al ecosistema natural, degradándolo.
Antonio Garrido Moreno. Catálogo “5 Visións desde os ’90”. Ed. Concello de Ferrol. 2008