CAXIGUEIRO. Mercedes Rozas

“Temo a un mundo sin valores, sin sensibilidad, sin reflexión. Un mundo en que todo es posible. Porque entonces lo que se convierte en lo más posible es el mal.”
Ryszard Kapuscinski

Una parte importante de la existencia del XX se ha descifrado a través del arte. Conciliar éste con la vida ha sido un recurso vehicular que se ha ido ajustando a contextos históricos, mientras se aproximaba a realidades concretas. La creación plástica ha actuado de confidente tanto de lo cercano como de lo distante, ha sido la voz en off de causas imposibles y también la alteridad de una sociedad que en determinadas épocas -adulterando una reflexión de Jean Clair- se podría decir que “ya estaba muerta antes de estar muerta”. La historia del siglo pasado ha ofrecido a los creadores duros argumentos para involucrarse y lo han hecho dibujando los horrores de un campo de concentración, construyendo ensamblajes en particulares Merzbau o pintando en grises el drama de una guerra. Son muchas las obras de arte que cincelan las páginas de nuestra memoria.

Pero la trama de la violencia y la sin razón no se detiene, continúa activa y beligerante, rediviva en Bagdad, Kabul, Lhasa… no hace mucho en Sarajevo, Kosovo, Nueva York. Recelando del mismo mundo que temía Kapuscinski, Caxigueiro ha catalizado en las propuestas de los últimos años la impotencia y la rabia ante la barbarie y el sinsentido, vomitando sobre el arte la responsabilidad de la denuncia. Sus piezas claman en silencio un grito contenido. Sólo la poesía es muda compañera:

“Bajo las cenizas
aún crecen los sueños.
La sombra de la luna
cierra tus ojos
y en Sarajevo
la memoria escribe en los silencios”

Los versos se entienden con las construcciones plásticas porque el espíritu y la materia forman parte de la misma sensibilidad; unos y otras condensan el mismo trasfondo humano, las mismas inquietudes, nacen del mismo desasosiego. Aquellos Guerreiros de principios de los años noventa iniciaron un capítulo implicado, el del compromiso. Después vendría la serie Europa: terapia puntual, funestos nichos que interpelan al espectador en una alegoría interpretada por iconografías actuales; metáfora en la que se presiente la idea de la muerte; el esqueleto o la calavera protagonistas de la Danza macabra renacentista personificados ahora por la declamación de lo contemporáneo. Igualmente, A linguaxe da memoria, O bosque das ausencias y Xeografías mantienen el hilo temático de lo social, suscitan reflexiones y aportan interrogantes. La vida y la muerte se entrecruzan continuamente en su obra, conviven luchando en “un mundo donde todo es posible” y acaban dando rostro a sus propuestas. ¿Pervive el triunfo efímero de la vida o quizá se impone el inquebrantable de la muerte? Para Méndez Ferrín: “El artista es aquel / que se resiste a la muerte”; Caxigueiro llama una y otra vez con la solidez de sus mensajes a la resistencia.

Si estas propuestas entablan un diálogo con situaciones lejanas como la guerra de los Balcanes o la de Irak, el autor se apropia de igual forma de una problemática próxima y deja que sobre la arcilla asomen acontecimientos que afectan al medio ambiente como los embarrancamientos del Mar Egeo, el Casón, el Polycomander, el Prestige…; de igual manera se compromete con presupuestos que denuncian abiertamente y sin tapujos los excesos de la sociedad capitalista, una sociedad que pone en su punto de mira confrontándola con la del tercer mundo. La relación entre arte y naturaleza y arte y conflictos bélicos son una realidad en el ejercicio estético de hoy en día, que advierte de la necesidad de estar atentos a ese testimonio que hace visibles los desastres ocasionados por el hombre y que, en no pocas ocasiones, se minimizan en pura retórica en el día a día de los medios de comunicación.

En este ámbito la plástica también se detiene en el territorio vecino, en el que habitamos, el mismo en donde la especulación inmobiliaria moldea nuestro paisaje con un sistema desquiciado de usurpación. Es un motivo que ha sido proyectado en O rapto da paisaxe, una instalación en la que se consigue dar la idea de agobio constructivo. Cada uno de los bloques, ubicados sobre un aparatoso andamio, mantiene su personalidad gracias a la arlita, material cerámico que da rugosidad a la superficie, matizando texturas y ratificando la idea de anarquía absoluta en el urbanismo actual.

Los despotismos, los abusos, las injusticias, los atentados contra todo tipo de libertad del hombre son delatados sin ningún pretexto panfletario. La obra habla a través de elementos visuales que sugieren pero no describen, que deslizan percepciones pero no revelan abiertamente pensamientos. Son juicios que se intuyen en la estructura de las piezas y que, en algún caso, se ven respaldadas por el lenguaje escrito. Palabras, versos, poesía… son cómplices de una actuación que impacta por el humanismo –entendido en su acepción filosófica– que irradian. La verdad es únicamente insinuada, para que el espectador la complete identificándola a través de una experiencia estética. Es la mirada de quien contempla la que termina por consumar la fisonomía de la realidad, un proceso de inteligencia que ante las gastadas botas de Van Gogh suscitó en Heidegger todo un mundo de sensaciones.

Las piezas que se exponen son fruto del trabajo de estos últimos años, del periodo comprendido entre 1990 y 2007, algunas ya han sido mostradas en otros espacios y, sin embargo, en el ámbito acotado en el que ahora se pueden apreciar, nacen nuevamente, reafirmando su individualidad y su posición contra cualquier atisbo de homogeneización. Fue en la modernidad cuando la escultura dejó de ostentar los valores que se suponían inamovibles desde Fidias a Rodin, rompiendo así con cimientos históricos de siglos de vigencia. Desde entonces, tan importante como la producción del artista es el espacio que la habita y la envuelve. Ya no es suficiente ver el lugar como simple contenedor de creaciones, ahora contenedor y contenido se mimetizan en la misma acción, y cada nuevo espacio representa siempre un nuevo encuentro. Por otro lado, sería difícil circunscribir este discurso a un enunciado determinado porque la trayectoria de Caxigueiro ha marcado la personalidad de cada obra. La cerámica, ya en los primeros pasos de los setenta, dejó de responder a coordenadas ligadas a la artesanía; muy pronto la capacidad creativa fue desplazándose hacia campos en los que confluía la escultura, en una extensión axiomáticamente contemporánea, con la instalación. Estas intervenciones tienen en la actualidad un carácter teatral, un procedimiento que reformula, tal y como apunta Rosalind Krauss, la idea de “la empresa escultórica”, ya que “la escultura se nutre de la sensación de que o que la escultura era, no basta, porque se funda en un mito idealista”. Sin duda, los límites se han expandido aportando un nuevo alcance interdisciplinar a esta práctica artística.

Parece posible en este punto entrever la distancia de este creador y de algunos de sus compañeros de generación con los de Atlántica. Creo que es esa idea abierta a la complicidad con otras disciplinas plásticas y demás ramas culturales la que los separa del grupo de Baiona, grupo que asumió en los años ochenta la regeneración del arte en Galicia desde un fundamento histórico, el de las llamadas vanguardias gallegas. Para aportaciones como las de Caxigueiro el origen de partida es la propia posmodernidad y su proximidad a otros registros viene dada por la relación con la literatura o la música, llegando a implicar incluso en el debate plástico al contenido crítico-social. Esa trama interdisciplinar enriquece la composición y genera una serie de viabilidades que poco o nada tienen que ver con grafías pasadas.

Las instalaciones en este nuevo espacio, aisladas de cualquier contaminación ajena, musicalizan el silencio que se genera a su alrededor. Ese elemento integrador impone sigilo y austeridad, mientras se infiltra como una sustancia estética más en la obra. El silencio camina implícito en el verso, se adhiere a la piel de los materiales y encuentra la morada perfecta para sobrevivir en estas creaciones, escapando del ruido de la globalización.

Un silencio que tampoco se rompe en las fotografías de bodegones que bajo una apariencia amable, una cuidada composición, una tonalidad sugestiva y la limpieza impoluta de la imagen, fustigan sin piedad, fiscalizando las injusticias de nuestra época.

En esta estrategia preocupada por plantear preguntas a través de la creación, vuelve a ser la poesía, en la voz de Caxigueiro, la que esgrima el último grito de queja:

Ni el dolor del alma
ni la indignación
ni la poesía
van a impedir la locura
la limpieza consentida
ni que todos seamos cómplices
de la historia que se está escribiendo
con la muerte de nuestros corazones.

Mercedes Rozas. Catálogo “5 Visións desde os ’90”. Ed. Concello de Ferrol. 2008